PSICOMOTRICIDAD Y ADOPCIÓN
El desarrollo psicomotor es un aspecto prioritario en la vida de los niños. Para que se de un correcto desarrollo psicomotor son necesarias dos condiciones: una genética sana y un ambiente físico-afectivo correcto.
El cuerpo es el medio de comunicación con el entorno que nos rodea. Desde que nacemos expresamos a través del cuerpo nuestras necesidades más primarias: hambre, frío, sueño, necesidad de afecto… y es también a través del cuerpo como recibimos la satisfacción de dichas necesidades: nos alimentan, nos arropan, nos acunan, nos abrazan, besan y acarician…
Cuando se produce un abandono precoz, esta comunicación se rompe. No hay una persona que nos “escuche” y recoja todas las señales corporales que emitimos y nuestro cuerpo deja de recibir esas satisfacciones. Si durante los primeros cinco meses de vida se rompe este vínculo con el exterior, el niñ@ siente el mundo como algo inhóspito, hostil, origen de sensaciones desagradables, lo que lleva a un repliegue que impide el crecimiento físico y emocional. Esto dificulta la manera de interaccionar con la realidad física y con las personas que le rodean.

¿Qué ocurre cuando no ha habido estimulación o cuando esa estimulación ha sido excesiva o irritante?
Si las primeras experiencias con el entorno se ven entorpecidas por un espacio poco estimulante (como ocurre con los niños institucionalizados) se quedará grabado en su sistema nervioso central un retraimiento en el contacto. Ese cuerpo no ha recibido la información sensitiva necesaria para que su corporeidad sea correcta, por lo que ni su tono muscular será el correcto, ni sus respuestas motoras estarán adaptadas al estímulo que las ha provocado.
Por el contrario, si las primeras experiencias vividas han sido dolorosas, se quedará grabado en su sistema nervioso central una excesiva actividad y falta de atención que igualmente entorpecerá una correcta comunicación. La estimulación irritante (entiéndase lloros continuos no calmados, sensaciones de hambre no satisfechas, manejo del niño de forma agresiva e incluso dolorosa…) hace que el tono muscular sea tan elevado, que para que los estímulos lleguen a excitar sus neuronas y ponga en funcionamiento el circuito que le es propio, será necesario que sean de una altísima frecuencia, es decir, necesitará estímulos muy “fuertes” para reaccionar a ellos y su respuesta será igualmente “fuerte”, lo que hará que tampoco sea adaptada a un entorno normalizado.
Es lo que llamamos Trastorno Reactivo de la Vinculación, que puede ser de tipo inhibido (retraimiento) o desinhibido (hiperactividad de base emocional).
Y una vez que nuestro hij@ ya está con nosotros… ¿qué podemos hacer?
Los padres y los educadores deben plantearse el cuerpo del niño como un elemento o medio gracias al cual la comunicación es posible, pero que además pertenece al niño y forma parte de su ser. El niño es capaz de percibir interiormente el estado afectivo o emocional en que se halla el adulto que le contiene. En la educación de los niños, el acto es tan importante como el propio clima emocional que rodea dicho acto y la emoción que embarga a la persona que lo origina. Se trata de que sienta, de la manera más natural y lúdica posible, sus miembros, y se guste y se acepte.
Además de esta “intención” afectiva, también hay que saber un mínimo de psicomotricidad porque es el elemento básico en el proceso de desarrollo. En dicho proceso podemos observar “movimientos” que nos indican en qué nivel madurativo se encuentra el niño.
Cuando ambas condiciones se dan, genética sana y entorno con una estimulación adecuada, el desarrollo psicomotor de un niño presenta los siguientes movimientos y en este orden:
· En tendido supino mantiene la cabeza girada hacia un lado u otro.
· En tendido supino puede girar la cabeza de un lado a otro.
· En tendido supino puede mantener la cabeza en el eje medio y girar hacia los lados.
· Puede girar su cuerpo hasta quedar de medio lado y volver a la posición inicial.
· Puede voltearse de supino a prono
· Puede voltearse de prono a supino
· En tendido prono levanta la cabeza y la gira
· En tendido prono gira sobre su abdomen
· En tendido prono se arrastra homolateralmente
· En tendido prono se arrastra contralateralmente
· Adquiere la postura estática de gateo
· Se sienta solo
· Gatea contralateralmete
· Puede adquirir la postura de rodilleo (andar de rodillas) y del oseo (andar apoyando en el suelo las palmas de las manos y la de los pies)
· Se pone de pie con apoyo
· Puede deambular con apoyo
· Puede deambular sin apoyo de manera homolateral
· Puede deambular contralateralmente
· Puede saltar con los dos pies juntos
· Puede mantenerse a la pata coja durante 10 segundos
· Puede saltar hacia delante y caer con los dos pies
· Puede saltar hacia delante y caer en un solo pie
· Sabe correr y andar en bicicleta.
Este desarrollo, que normalmente tarda unos cuatro años en culminar y que necesitará algunos más para perfeccionar, es universal y único en su fenomenología. Si en nuestros niñ@s ha habido una “ruptura” en este proceso, lo recomendable es volver al punto en el que se produjo la “laguna” y reestablecer el orden. Lo importante no es su edad cronológica sino su edad madurativa en el aspecto psicomotriz.
Tenemos que confiar en que el cerebro del niño tiene en potencia todas las capacidades para desarrollarse, lo que depende del adulto es el “conectar” afectivamente con él y ofrecerle un ambiente que favorezca este desarrollo normalizado.
¿Cómo tiene que ser este ambiente?
El ambiente afectivo debe tener como base la mirada, el contacto visual. También debemos servirnos del tacto (recordamos que el cuerpo es el medio de comunicación) y a través de caricias, más o menos profundas, estaremos activando o relajando al pequeño. La voz es otra de las herramientas con las que contamos; las canciones, el susurro, la risa, las palabras amorosas, van a actuar de moderadores en el ritmo de atención del niño.
En cuanto al ambiente físico, es tan sencillo como contar con una superficie lo suficientemente amplia como para que tanto el niño como el adulto puedan estar tumbados y voltear, arrastrarse y gatear. Una habitación libre de obstáculos es válida, o despejar la parte central de la sala de estar.
El juguete principal es el adulto que, puesto a la altura del pequeño (y no al revés) fija su atención con la mirada, la voz y el tacto, y le ofrece jugar con él y con algún objeto sencillo (sonajero, pelota…) para que el niño lo siga con la mirada y quiera atraparlo con sus manos y explorarlo con su boca.
Más adelante, el adulto se tumba un poco más lejos del niño y le incita con palmas y risas a que el pequeño se voltee para llegar a tocarle. El tiempo hará que ese volteo se convierta en giro sobre abdomen y luego en arrastrado. El adulto se desplazará de la misma manera para servir de modelo al niño que siente seguridad con esa cercanía.
El gateo es uno de los momentos en los que el niño gana autonomía porque puede alcanzar él sólo muchos de los objetos que llaman su atención y sentarse para explorarlos (nunca hay que poner a un niño en posición de sentado si él no ha adquirido por sí mismo esta postura). Pero no por eso el adulto deja de ser importante, al contrario, el adulto, adoptando la misma posición que el niño, se desplaza con él jugando a las persecuciones y al escondite.
El desarrollo normalizado dará al niño la capacidad para ponerse de pie y desplazarse con apoyo. Esto no quiere decir que hay que llevarle de la mano ni ofrecerle un correpasillos o un andador (elementos que, en muchos casos, estropean la estructura muscular y ósea de los niños) sino que el niño se irá agarrando a los muebles que encuentre o a la pared misma, hasta que tenga la seguridad de soltarse y dar sus primeros pasos. Este es el comienzo de la deambulación que primero será homolateral (moverá a la vez el brazo y la pierna del mismo lado) y luego contralateral (moviendo al mismo tiempo brazo y pierna del lado contrario).
A partir de aquí el salto, la pata coja y el pedaleo, van a ser los logros más llamativos del pequeño. Y también aquí el acompañamiento amoroso del adulto es imprescindible. Un adulto que observa y que atiende las demandas del niño demostrándole de esta manera que, siempre que lo necesite, estará a su lado.
Patricia Valle
Pedagoga
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