miércoles, 2 de septiembre de 2015

Bailando sobe las notas del arpa

¿Ya podrás con todo?


Cuando tenía sólo 3 años mis padres me apuntaron a la extraescolar de ballet en el colegio. Ellos habían leído que esta actividad resultaba muy beneficiosa para los niños, especialmente para solucionar problemas posturales, adquirir coordinación, ritmo… y, como era mi caso, para corregir problemas en el modo de pisar. 

Con la misma edad comencé también con la extraescolar de música, puesto que desde muy pequeña se me veía disfrutar con ella. 

Durante mis primeras clases de ballet, no me atrevía a ejecutar ningún paso, y me pasaba el rato sentada en una silla, simplemente observando a mis compañeras. Mis padres pensaron que no me gustaba, y que al año siguiente lo dejaría. Sin embargo, poco a poco me fui “soltando”, y acercándome más a esta disciplina. 

Con el paso del tiempo ambas actividades han ido sumando importancia en mi vida, entré en el conservatorio de música escogiendo como instrumento el arpa, y continué mi formación de bailarina.


A lo largo de los años me he dado cuenta de la gran suerte que he tenido de poder continuar con la formación en ambas disciplinas. En mi opinión resulta muy positivo que los niños realicen actividades extraescolares, y más aún que alguna de ellas requiera un esfuerzo físico. En mi caso las dos actividades que he realizado me han enseñado fundamentalmente disciplina y mucha organización. Tantas veces escuché de boca de mis profesores: deberías dejar algo. Y sin embargo gracias a la organización, y como no, a la ayuda de mis padres, he logrado seguir hasta el final. Claro está que el haber podido llevar a cabo la formación en ambas actividades, me ha supuesto desde el principio grandes esfuerzos y sacrificios. Faltar a fiestas de cumpleaños, ir menos a la plaza, salir hasta no muy tarde… sin embrago aunque dicho así pueda parecer una cruz, ha sido sin dudar el camino que he querido seguir. Si bien he tenido momentos de flaqueza, y de querer abandonar, como cuando por ejemplo tuve una importante lesión de rodilla, o como cuando en un concierto de arpa me perdí en la partitura… siempre volví a la carga. En este respecto mi madre ha jugado un papel crucial, ya que sus ánimos y fuerzas me han ayudado muchísimo siempre. Ella supo cómo hacer para que no abandonase, y para que consiguiese las fuerzas necesarias para continuar. 
                                 
Además de esa gran disciplina adquirida, el haber podido combinar ambas formaciones, ha sido especialmente beneficioso para mí, ya que se complementan a la perfección: El baile sin la música es impensable, es necesario un ritmo, un carácter… y al mismo tiempo la formación en danza ayuda a los instrumentistas, en las posturas o en la presencia en el escenario. Cuando estamos en clase de ballet, no puedo evitar analizar las músicas que suenan, y por el contrario cuando escucho un concierto de música, imagino coreografías en mi cabeza.
Ahora que ya soy mayor, y con la carrera de farmacia a mis espaldas, he leído bastante sobre el tema, y puedo afirmar algunos de los muchos beneficios que tanto la formación en música como en danza puede tener para los niños: 


Música:

- Aporta una mejora en el aprendizaje de las matemáticas, la lectura y los idiomas la lengua

- Mejora el rendimiento académico en general

- Los procesos mentales asociados al aprendizaje musical posterior a los primeros años servirán para estimular distintas habilidades cognitivas como el recuerdo, la comprensión, el análisis o la síntesis… que serán de gran ayuda en áreas no musicales

- La capacidad de atender y la de aprender se ven acentuadas

- La capacidad de ejercitar y desarrollar el oído tiene repercusiones en campos musicales y extra musicales como pueden ser la atención, la concentración y la memoria 

- Tocar en público, con todo lo que conlleva en edades tempranas aporta experiencias que pueden ayudar de forma positiva a la formación de la persona



Danza: 

- El baile estimula la circulación sanguínea y el sistema respiratorio

- Favorece la eliminación de las grasas, siendo un buen recurso para combatir la obesidad infantil

- Contribuye a corregir malas posturas y problemas como el pie plano 

- Ayuda a ganar elasticidad 

- Colabora en el desarrollo muscular y la forma de la columna 

- Ayuda al desarrollo de la psicomotricidad, de la agilidad y de la coordinación

- Desarrolla la expresión corporal, el oído y la memoria


A pesar de que los padres juegan un papel fundamental en la elección de qué actividades va a realizar su hijo, resulta fundamental que el niño disfrute con lo que aprende, y sea algo que le aporte tanto conocimiento como diversión.

Raquel Ortega


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